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Navarra refuerza su preparación ante inundaciones extremas en tiempos de cambio climático

La Comunidad Foral avanza en la adaptación climática con planes locales, sistemas de alerta y nuevas infraestructuras de prevención frente a las crecidas fluviales

Desbordamiento del río Ebro en 2018.
photo_camera Desbordamiento del río Ebro en 2018.

Las terribles inundaciones del pasado martes 29 de octubre en la Comunidad Valenciana, con precipitaciones históricas de 179 litros por metro cuadrado en una hora registradas en Turís, llevan a cuestionar la preparación de Navarra ante eventos extremos que, por el cambio climático, son cada vez más frecuentes e intensos.

Aunque los récords históricos de Navarra no igualan los del Levante, la región ha experimentado lluvias significativas y es probable que, tarde o temprano, vuelva a enfrentar precipitaciones similares o superiores.

Episodios recientes de lluvias en Navarra

Hace apenas un mes, el 21 de septiembre, una tormenta intensa dejó cerca de 150 litros por metro cuadrado en el valle de Ultzama, con un registro de 64 litros en una hora.

La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) clasifica precipitaciones superiores a 60 litros por metro cuadrado en menos de una hora como lluvias torrenciales. En Ultzama, el volumen superó esa cifra, y en Valencia se triplicó.

Vecinos de Auza y Eltzaburu no pudieron evitar que el río se desbordara, inundando sus hogares con un metro de agua, un evento sin precedentes en los últimos 45 años.

Análisis de los eventos de lluvias torrenciales

Desde 1970, las estaciones meteorológicas de Navarra han registrado solo diez episodios de lluvias torrenciales.

Siete de ellos se han producido en la última década, y en los últimos cinco años, con mayor frecuencia, se han registrado episodios graves como los de febrero y septiembre de este año.

En 2019, las inundaciones en Tafalla y el curso del río Cidacos dejaron dos víctimas mortales, mientras que en diciembre de 2021 el río Arga alcanzó su caudal máximo histórico en la Comarca de Pamplona.

Los datos de AEMET de los últimos 50 años muestran cómo el cambio climático está alterando el ciclo del agua, aumentando la frecuencia de eventos de lluvias extremas en Navarra.

Estas inundaciones fluviales son uno de los mayores riesgos naturales para la Comunidad Foral y representan un importante desafío de adaptación al cambio climático.

Aumento global de desastres relacionados con inundaciones

A nivel global, los desastres relacionados con inundaciones han aumentado un 134% desde el año 2000, según la ONU.

Consciente de esta realidad, el Gobierno de Navarra ha trabajado durante años en la protección del territorio y sus habitantes.

Este año, el Departamento de Desarrollo Rural y Medio Ambiente lanzó un programa de ayudas de 5 millones de euros a través de su Oficina de Cambio Climático, destinado a proyectos de adaptación y prevención de riesgos de inundación en toda la comunidad, además de intervenir en 18 puentes de titularidad foral.

Planes de gestión de riesgos de inundación

Además, la Dirección General de Medio Ambiente ha financiado planes locales de gestión de riesgos de inundación en 48 municipios, y mediante el proyecto europeo LIFE NAdapta ha desarrollado un sistema digital de alertas tempranas y ha instalado 28 estaciones de medición para monitorear el caudal de los ríos en tiempo real.

El consejero de Desarrollo Rural y Medio Ambiente, José Mari Aierdi, ha enfatizado la importancia de inversiones preventivas y planificadas, con una perspectiva de integración ambiental para anticiparse a las inundaciones y reducir los riesgos, en lugar de limitarse a ayudas paliativas.

Aun así, la realidad supera las previsiones en ocasiones, como sucedió en Tafalla en julio de 2019, cuando una tormenta inesperada triplicó las proyecciones meteorológicas.

Pese a ello, muchos daños pueden prevenirse mediante una ordenación fluvial adecuada, sistemas de alerta temprana y planes de actuación y resiliencia.

En Navarra, 50 municipios están obligados a tener un plan de prevención de inundaciones adaptado a sus características específicas. Actualmente, 48 ayuntamientos cuentan ya con estos planes, homologados por el Servicio de Protección Civil del Gobierno de Navarra.

Implicación de las entidades locales

La implicación local es clave para la prevención. Diez años atrás, solo unos pocos municipios tenían planes específicos de emergencia; hoy, 48 están cubiertos.

Este avance se debe a la actualización en 2018 del Plan Especial de Emergencias de Navarra y al impulso del proyecto LIFE-IP NAdapta-CC.

Luis Sanz, director técnico de GAN-NIK, explica que las autoridades locales han adoptado un papel activo en la redacción, mantenimiento y actualización de sus planes, especialmente tras eventos graves como los de Tafalla y Olite en 2019 y los de San Adrián y Burlada en 2021.

Además de estos planes, 22 municipios han aprobado una herramienta digital de avisos en tiempo real para gestionar inundaciones.

En Tafalla, por ejemplo, se ha desarrollado URA, que define valores umbrales de lluvia y caudal del río Cidacos.

Esta herramienta informa a la población y ayuda a mejorar su autoprotección en situaciones de emergencia, como explica Ana Castiella, técnica del Área del Agua de GAN-NIK.

Innovaciones tecnológicas

Más recientemente, el Gobierno de Navarra, mediante LIFE NAdapta, ha implementado una plataforma digital con un visor cartográfico que compila datos de 170 estaciones pluviométricas y 70 estaciones de aforo de ríos.

Estos sistemas de alerta temprana proporcionan un retorno de inversión diez veces superior, y pueden reducir los daños de una tormenta hasta en un 30%, según el IPCC.

Pablo Cabañas, técnico del Servicio de Protección Civil y Emergencias, destaca que la protección civil ha pasado de una visión reactiva a una gestión proactiva y preventiva, mejorando la información, las comunicaciones de alerta y la colaboración municipal en tareas de protección civil.

Arantxa Ursúa, técnica de la Oficina de Cambio Climático de Navarra, señala la importancia de una gestión integrada de los ríos, recuperando áreas fluviales degradadas y eliminando obstáculos.

En el caso del río Ebro, que presenta crecidas frecuentes debido a la baja pendiente del valle, la Estrategia Ebro Resilience, acordada en 2015, busca que las poblaciones y actividades económicas puedan coexistir con un Ebro en buen estado sin sufrir daños significativos en sus crecidas inevitables.